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El Fuego Fatuo

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Habita en mí un control sobre mis emociones. Una atadura del desenfreno. Se controlar mis pulsiones de placer y administrar mis dosis hormonales.


He construido una protección ante los estímulos. He permanecido inerme ante los ataques secesionistas de la alegría. Aupado con la fuerza de mis quehaceres, me uno a la premura del paso del tiempo y las horas muertas, las pocas horas que restan para el individuo, son dominadas por hermandades símiles a la mía.


El fuego fatuo fue ahogado en mí. Lejanas quedan ya las horas del amanecer ebrio que rompía las luces de la mañana e interrumpía la calma de una vida tranquila. Esos caminos incesantes e inadvertidos del azar no podrán ser transitados ya sin mi llama interior.


El fuego fatuo fue horadado por el dolor, la ignominia, la vergüenza, lugares que un mismo camino incesante e inadvertido reunieron para mí. Su efecto en mi angustia y mi pesar fue profundo, devastador, transformado. El fuego fatuo ha cesado, y así lo quiero, y me uno con obediencia a la oscuridad del control.

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Juan Merchan

Abril 2019

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