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Chica

Chica Chatterley

​

Luego de llegar a su casa, Julia subió con prontitud al segundo piso, entró en su cuarto y cerró la puerta tras de sí. El desorden amplio que hubiera golpeado con súbita fuerza la percepción visual de cualquier persona que maneje calma habitual, no tuvo sin embargo ningún impacto repentino en Julia, quien ingresó en el cuarto con tal normalidad que hacía que esa falta evidente de pulcritud pareciera inofensiva e incluso bella.

 

Su primer pensamiento le hizo buscar en el baúl junto a la ventana que daba al jardín del frente de su casa. Su falda larga le impidió inicialmente inclinarse ante él, pero luego de tomar su manojo de llaves alemanas y buscar la que abría su tan protegido rincón de sensaciones y emociones, su baúl, se arrodilló ante él para abrirlo. No fue necesario el crujido característico de la llave al abrir el seguro. Su baúl estaba abierto.

 

Con el miedo inmediato  que recorrió toda su espalda, Julia impetuosamente abrió el baúl y metió su mano hasta el mismo fondo que su libro había tocado dos días antes. No necesitó buscar demasiado. Los sobres rotos, las cartas rasgadas, los libros que rompían, dada una fuerza exterior, aquél orden dogmático en el cuál ella los había apilado, todo. Todo daba validez a lo que Steve le había confesado.

 

Sin embargo, una incredulidad terca la llevo a revolver con rabia el baúl, a sacudirlo, a revisar y repasar cada objeto, con ansía vana de encontrarlo. Pasaron por sus manos las cartas de Robert y su confesión pre-mortem de su intimidad con García Lorca, los dibujos en carboncillo que Thomas le había hecho, haciéndola sentar desnuda y con un pincel mitad sobre la silla, mitad dentro de su vagina, La Montaña Mágica, su primer acercamiento, a la alemana,  a las relaciones no permitidas, censuradas, mal vistas, una copia deshojada, con las tapas rasgadas y parcialmente manchada(s) del Decameron. Sus ensayos sobre el arte barroco…

 

Luego de resignarse, de ahogar en un aún más desesperante turbión de papel y suciedad su cuarto, la Delegación de la Moral y del Buen Pensar de su ciudad, un grupo de 4 personas, ingresaron sin previo aviso sonoro.

 

- Dime, tu, Chica Chatterley: ¿Tanto alboroto por un libro? Dijo aquel que llamaban el Primer Agente.

 

- Lo sabía, desgraciados. ¿Dónde está mi libro!? Denme mi libro inmediatamente! Gritó Julia, importándole poco la alta jerarquía de la delegación en la percepción social de su ciudad.

 

- Señorita Wells, ha quedado detenida bajo los cargos de ofensa a la moral y buenas costumbres inglesas, reproducción y divulgación  de material pornográfico, desacato a la autoridad, y, posteriormente decidiremos si la acusación de Fornicación se comprueba!  Dijo con voz rápida y autoritaria al que llamaban el Tercer agente, hombre de 60 años y cabello blanco.

 

- Malditos! ¿Què clase de país es este? Denme mi libro y váyanse de m… últimas palabras de Julia antes de bajar la escalera halada violentamente por 4 personas de una dichosa Delegación de la Moral.

 

Su madre esboza la sonrisa satisfecha tan característica del que se sabe apacible, libre de carga y peso ético. Procede a abrir la biblia familiar, y lee un salmo.

 

 

Juan Merchán
Agosto 2012

 

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