top of page

Noche Apilada

“Estoy deprimido, cansado. No hallo qué hacer”

​

Siguió caminando, cruzando cada anden sin que esas palabras lograran agitarlo, pero sin poder sacarlas de la mente. Es una de esas noches que se acumulan sin pausa y sin registro.

​

Piensa en cómo ese padre cansado, puede cambiar su visión de la realidad sin más impulso que su condición temporal. Piensa entonces que él está también deprimido, cansado y que no sabe si irrumpir en lo desconocido o si se ahoga en esa pila cada vez más pesada de noches. De cualquier forma, la luna ha perdido su sentido.

​

Escapa ya a las palabras de voz pesimista de su padre a medida que gana el camino final que lo lleva a casa. En la esquina, logra ver una jovencilla, acompañada a sus pies por una caja pequeña, quien vocea la venta de unos sabuesos recién nacidos, ofertados al mismo precio que tiene un día de trabajo del padre deprimido. Ya que su propia mascota se ha ido, piensa en esas horas de vida que pagarían una mascota, en cuántos animales domésticos podrían compran miles de días de trabajo de una vida de cansancio, de depresión. Piensa en la ironía de recorrer otros 30 años y alcanzar a su padre para sentiré igual de cansado, aún más deprimido. Cruza al lado de la chiquilla quien con su mano le extiende un animal que no deja de gemir su vida obligada. Piensa ahora cómo su mascota estuvo en su mano y en muchas más, convirtiéndose en objeto de intercambio emocional. Piensa en cómo llega su padre al umbral de una década sin más compañía que el del Gran Jerarca al que alguna vez negó.

​

Piensa que… Ya no piensa, sólo el cansancio y la depresión llegan con él a la entrada de la puerta. Una noche más ha sido apilada.

​

Juan Merchán

Agosto 2017

bottom of page